jueves, 11 de marzo de 2010

Los activos del Sector Público

Podría parecer que este blog es voacionalmente beligerante contra el Sector Público. Nada más lejos de la realidad. Lo que sí pretende es ser muy crítico ante el mal Sector Público, el del mal gobierno y la peor administración. Pero, por lo demás, no nos es en absoluto difícil cantar las alabanzas de aquello que funciona. Porque, por mucho que haya a mejorar en nuestro sector público (!y hay mucho por mejorar!), también contamos con grandes activos en su seno, y es de justicia y conveniente reconocerlos: son el ejemplo a extender.

Sobre todo, nuestras administraciones están llenas de gestores vocacionales y eficaces. Son aquellos que, no sólo se incorporaron al ámbito público con niveles notables de formación y de ganas, sino que han hecho la elección -porque una elección es- de mantener a lo largo de los años la ilusión, el espíritu de servicio y el compromiso con la mejora profesional continuada. Eso, a pesar de las mismas 'circunstancias' de entorno que han servido de coartada a otros para lanzar la toalla.

Por otra parte, disponemos también de instituciones de prestigio, innovadoras y capaces de un alto rendimiento, que son referentes más allá de nuestro país. En realidad, sin embargo, si nos fijamos bien, eso nos lleva de nuevo al elemento personal, porque aquello que hace excelentes a estas instituciones no es tanto los recursos que poseen o su trayectoria histórica, sino la calidad de los profesionales que las forman.

En otro orden de cosas, debe hacerse el elogio de muchos políticos, profesionales o no, que cada día están al pié del cañón a pesar de -en muchos casos- la escasa paga que reciben, tanto en términos monetarios como afectivos, y a pesar del desgaste de estar sometido las 24 horas del día a un escrutinio que no sabe de privacidades, unas criticas punzantes -a veces del todo injustas- y unas perspectivas de futuro llenas de interrogantes: en efecto, la condición de electo o de cargo político o de confianza es temporal por definición, y el retorno a la actividad privada el día después está mal resuelto y es duro (en muchos casos, uno ya es obsoleto para reanudar la profesión que había ejercido).

Todo eso -estas realidades tan positivas- es tan cierto como el enorme pasivo que hay en la otra cara de la moneda pública: funcionarios mediocres o 'presentistas', políticos aprovechados, organizaciones deficientes, sistemas institucionales obsoletos... personas y actuaciones de personas, en definitiva, que no están a la altura del reto y de la misión.

Queda claro, pues, que la suerte del sector público dependerá de las personas que lo encarnan, y es también evidente que, ni por genética ni por condiciones de entorno, estas personas están condenadas a convertirse en la peor caricatura del servidor público. Su perfil competencial (conocimientos, habilidades y actitudes) es lo que determinará el futuro de nuestras instituciones públicas más que cualquier otro factor.