viernes, 15 de julio de 2011

La (calidad de la gestión) importa. ¡Los gestores importan!

El Benchmarquing es una excelente ayuda a la hora de evaluar la propia organización: en base a la comparativa con otras organizaciones más o menos parecidas, permite detectar debilidades, reconocer fortalezas e identificar áreas de mejora, así como da pistas sobre las vías a través de las cuales pueden hacerse efectivas estas mejoras, y resulta un estímulo para implementarlas. En efecto, si uno puntúa peor que el vecino, se preguntará por qué y estará motivado a hacer algo al respecto.

A pesar de este potencial, el benchmarquing es todavía muy poco utilizado en nuestro país, especialmente en el ámbito público. No sucede lo mismo en otras latitudes. En los Estados Unidos, por ejemplo, las instituciones públicas -y los ciudadanos/contribuyentes- tienen mucho interés en averiguar cómo lo están haciendo en relación con las otras administraciones. Fruto de esta inquietud, recientemente la IBM ha llevado a cabo una investigación sobre la eficiencia en el mundo local norteamericano, un tema de máxima actualidad en ambos lados del Atlántico (los entes locales norteamericanos arrastran déficits de más del 10%, que además tienen carácter estructural más que no coyuntural). Los hallazgos del estudio invitan a la reflexión.

Después de analizar 100 municipalidades del país del presidente Obama, la IBM llega a la conclusión que hay grandes diferencias (de hasta 5 y 10 veces, en algunos servicios), en el grado de eficiencia de los gobiernos locales norteamericanos, calculada ésta en base a los costes por habitante. La explicación de estas diferencias no está en el tamaño de las ciudades respectivas -es decir, las posibles ventajas de una mayor escala- ni tampoco en la extensión de estas ciudades –es decir, los sobrecostos que puede haber cuando la superficie a cubrir es más grande- o en otras variables exógenas -como las condiciones laborales de cada lugar-. No. Aquello que determina que unos Ayuntamientos sean más eficientes que otros es...la calidad de la gestión que realizan sus responsables. Concretamente, la eficiencia se asocia a las decisiones estratégicas (qué servicios se prestarán a qué ciudadanos, y con qué nivel de servicio) y operativas (cómo se proveerán aquellos servicios) que toman los decisores públicos en cuestión.

Una vez más encontramos que las personas importan, y mucho. Tener buenos gestores es fundamental para conseguir resultados excelentes. Y los modelos de gestión en que operan las personas también tienen su peso: en el estudio de IBM se evidencia que las ciudades con modelo de gestión gerencial -city manager- son más eficientes (un 10%, en promedio) que las que no lo tienen.

Llegados aquí tenemos que recordar que ser eficientes es la mejor manera de afrontar los déficits presupuestarios que arrastran las instituciones publicas de allí y de aquí sin tener que subir impuestos ni recortar servicios. Por este motivo, haríamos bien en aprender también aquí de las herramientas –benchmarquing- y de las conclusiones que repiten una y otra vez estudios como el mencionado, como por ejemplo que hay que atraer y retener a los mejores gestores.

Y haríamos igualmente bien en apostar de una vez por el benchmarquing. Quizás hay quién tiene miedo de que las comparativas lo dejen en evidencia ante los ciudadanos (a pesar de que los ejercicios de benchmarquing pueden ser internos), pero en un mundo en que la gente está conectada y en que la información se mueve rápidamente y fácilmente, pretender esconder la propia mediocridad no es realista. Y además, ¿qué preferimos: saber de qué males sufrimos y tratarlos, o vivir en la ignorancia, no abordar los problemas y pagar después las consecuencias?

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