En el ámbito público, obtener resultados a menudo sólo es posible si hay un esfuerzo conjunto y coordinado de diferentes unidades, administraciones y/o actores de dentro y de fuera del planeta público. Trabajar en equipo y en red (a nivel intraorganizativo, interorganizativo e intercomunitario) tiene que ser parte del ADN de la nueva administración y del nuevo gobierno, algo que obliga a los agentes públicos a comportarse más humildemente y a practicar liderazgos -cuándo sea el caso- basados en las aportaciones antes que en las imposiciones.
Pero el problema previo es el de la cohesión y coordinación dentro del propio sector público. Frecuentemente, las unidades administrativas están repletas de grupúsculos enfrentados entre sí. A menudo, Ayuntamientos vecinos se niegan a compartir servicios o proyectos porque "cada uno tiene que tenerlo todo" y, si eso no es posible, "entonces que se ponga/se haga en mi municipio". Al mismo tiempo, los entes locales acaban contrapuestos a los autonómicos, y éstos en los estatales, y éstos a los europeos -cada uno pretendiendo hacer prevalecer su agenda y necesidades al resto-. Y las antipatías personales y los intereses políticos o gremiales acaban de complicarlo todo.
Así no se puede funcionar. Sin una simplificación administrativa que reduzca el número de actores, y sin lógicas y valores de cooperación que primen sobre las disputas de campanario y las filias y fobias interpersonales, no lo conseguiremos. Ante los enormes retos y problemas que afrontamos, es hora de sumar esfuerzos y de ir todos a una.
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